miércoles, 1 de julio de 2015

Lira - Parte VII

Parte VI

VII. No hay nadie en las calles del pueblo, las luces de las casas están encendidas, las cabezas observan tras las ventanas. Mi caminar es pesado, voy descalzo sintiendo el cemento de las calles en los pies. Parecen fundirse con el suelo, me cuesta levantarlos del cemento. Apenas me mantengo en pie, la cabeza me da vueltas, la mirada observa todo, no retiene nada, no sé si estoy quieto o en movimiento. Algunas puertas comienzan a abrirse, las señoras del cacareo salen, como siempre, a enterarse de lo ocurrido. Unas se llevan las manos a la boca, intentando contener un grito, otras se acercan a mí lentamente.

Mi rostro golpea el suelo bruscamente. No puedo moverme, no tengo fuerzas, no tengo vida. Alguien me toca, un calor terrible me comienza a devorar las entrañas, el fuego atrapa mi estómago, arde fieramente, como el fuego devora los montes secos, lo hace con mi interior causando un dolor insoportable. No puedo hacer nada, solo gritar, gritar como alma que lleva el diablo, como un cerdo en san Martín, a sabiendas de que su muerte cercana acecha. Grito. Una mariposa blanca ronda mi cabeza, dos puntos verdes en sus alas me observan, me engullen.

Grito.



¡Sed felices! 

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