miércoles, 22 de julio de 2015

Lira - Parte XIV

XIV. No podía evitar mirar su espalda, totalmente desnuda con la piel suave a las caricias del viento, como la fina piel de los melocotones maduros, de un tono anaranjado pálido y con un bello minúsculo, casi imperceptible, dotando su cuerpo de una belleza cada vez mayor.

Se quitaba lentamente el blanco vestido, bajándoselo para sacarlo por las piernas, la parte superior rozaba su fino vientre, toda su espalda desnuda era todo lo que deseaba ver desde hacía mucho, no podía decírselo, pero siempre había deseado, desde el primer momento en que vi su sonrisa, verla desnuda. Y ahora ahí estaba, girando levemente la cabeza para sonreírme, con sus pechos al aire, acariciados por el dulce sol y el aroma de las jaras, a un solo giro de mostrarse ante mí, en todo su esplendor. El momento que más había deseado desde mucho tiempo atrás estaba a punto de suceder, un instante para poder contemplar su gran belleza, tenía decidido que la besaría, la acariciaría y confesaría mi amor, pues estar al borde de la muerte me enseñó a no esperar siempre los acontecimientos, a buscarlos yo mismo, si no llegan, a hacerlos llegar.

Entonces, caminando entre las rocas que con las riadas de invierno son el curso del río, a mi izquierda, aparecieron cinco hombres con escopetas a los hombros, dos hablaban entre ellos, otros dos colocaban sus armas en posición defensiva, el primero nos apuntaba. Miré fugazmente hacia Lira, estaba vestida de nuevo y se había acercado a mí, aferrándose a mi brazo como las cerezas, la una a la otra. Los hombres se acercaron a nosotros, sus rostros me eran conocidos, los había visto por el pueblo de juerga, trabajando y al que nos estaba apuntando lo había visto alguna vez con mi padre.

Me observó un instante.

-¿Tú eres el hijo de Agustín, el de la calle oscura, no?-.
Vacilé un instante, ahora todos los hombres tenían las escopetas encaramadas a los hombros por la correa de cuero negro que las amarraba de la culata y el cañón.

-Si soy yo-.

El hombre esbozó una pequeña sonrisa, una mueca casi de dolor, todos me miraban fijamente.

-¿Y la chica?- Preguntó nuevamente el hombre.

–Es amiga mía, vive en mi calle-.

La observaban a ella, el hombre me tendió la mano para ayudarme a levantar.

-Tenéis que venir conmigo, no es seguro que estéis solos por aquí, podrían encontraros-.

Podrían encontrarnos, ¿Quiénes podrían encontrarnos?

-No entiendo, ¿Quién podría encontrarnos?-.

Los hombres se habían girado para marcar de nuevo la marcha hacia la salida, por la valla que minutos antes Lira y yo habíamos atravesado.

-Cómo, ¿No te has enterado?-.

Me quedé perplejo, no sabía de qué me hablaba, pero algo gordo debía ser.

-El día antes del entierro de tu padre estalló la guerra civil, las tropas de Marruecos han pasado a la península comandados por el general Franco, y desde el norte, el general Mola avanza conquistando territorios, el asesinato de tu padre fue el primer asesinato de la zona, desde entonces las batallas han ido sucediéndose, desde Navalmoral de la mata, un escuadrón ha llegado hace apenas una hora al pueblo. Los que somos republicanos hemos cogido las armas y nos hemos echado al monte, y tú tienes que venir con nosotros, hay algunas personas que se la tienen jurada a tu familia-.
No sabía qué decir, un instante antes mi única preocupación era expresarle a Lira mi amor, ahora, en cambio, la guerra acechaba y mi vida estaba en peligro.

-¿Y mi madre?-.

El hombre bajó la mirada, cogió con sus manos el gorro y lo estrujaba entre ellas, pude ver una pequeña calva que asomaba en su coronilla.

-Lo siento-.

2 comentarios:

  1. Holanda!
    Soy de la iniciativa TCT, ya te empece a seguir!
    Aquí te dejo mi blog http://trappedamongletters.blogspot.com

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  2. Buenas tardes! Me hizo muchísima ilusión ve tu pedazo comentario en mi blog! Ya he estado viendo el tuyo y he podido comprobar que tienes un don increíble. Enganchas al lector desde la primera frase.
    Te sigo y espero impaciente tu próximo capítulo

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