miércoles, 10 de junio de 2015

En la silla eléctrica parte II de II



-¡No me toque!-Reaccionó de repente- No me toque, por favor- Se llevó las manos temblorosas al rostro, que había palidecido súbitamente, lo cubrió, tapando sus labios temblorosos y las lágrimas que comenzaban a brotar de sus oscurecidos ojos verdes.

Pasó inmóvil un segundo, volvió a mirar a su hija.

-¿Quién decide en este mundo quien vive o muere?- Su voz sonaba esta vez dura, distante y fría. ¿Quién se encarga de redactar las leyes diciendo que por cierto delito se debe morir? Y, sobre todo, ¿Quién pone a los jueces la venda en los ojos? Díganme, ¿Quién impide declarar inocente a una mujer que asesinó a su marido tras años de maltratos hacia ella y su adolescente hija?¿quién es tan sumamente hipócrita como para condenar a muerte a una persona por matar a otra que le había torturado durante años y le había hecho la vida imposible? ¿No es acaso su sentencia igual que la mía?

-Usted no puede tomarse la justicia por su propia mano- respondió el alcaide de la prisión, que se mantenía impasivo a la espera junto la silla eléctrica- para eso existen la ley y los jueces, para que juzguen a los delincuentes.

-¿Y qué iba a hacer si la ley y los jueces que usted dicta no hacían nada, que iba a hacer si me decían “agache la cabeza y cierre la boca, él es su marido”? ¿Debía aguantarlo? ¡Jamás! Él recibió lo que merecía y tuve que hacer yo lo que ustedes no querían hacer por ese extraño y equívoco sentimiento de grandeza respecto de las mujeres- su voz se había vuelto más dura y con trazas amenazantes-¿Ven estas manos?-las colocó a la altura del pecho, aún temblorosas- al igual que las suyas son capaces de matar, y lo hicieron con mi marido, ¿No ven en ellas ahora reflejada la fuerza de la que se jactan para creerse superiores? ¡La valía de una persona no se mide por la fuerza ni por la creencia, se mide por los buenos actos respecto del resto de elementos colindantes! ¡Vean que somos iguales, malditos canallas!

Dos guardas se aproximaron a ella con rostro enfadado, ataron sus manos a los reposabrazos de la silla, taparon su rostro cuando ella aún mascullaba y sin titubear activaron la palanca que comenzó a electrocutarla.

-¡Ustedes solo son fuertes si poseen un arma en la mano!- La joven salió corriendo secándose las lágrimas- ¡Cobardes!




¡Sed felices!

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho es muy realista ...y triste porke es una realidad en muxos paaises ke el hombre es el que dicta las normas y maltrata sigue escribiendo asi de bien un muxu graande

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  2. Una historia muy emotiva y realista me encanto como te adentras y narras los sentimientos de tus protagonistas. Te mando un beso y te deseo un buen miércoles

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