jueves, 18 de junio de 2015

Lira - Parte III



III. Tiene dieciséis años, está en plena juventud, sus pechos están acabando de formarse, puede verse su contorno bajo las desgastadas camisas de su vestimenta diaria.

Me gusta contemplar la delicadeza de sus formas, su puntito final, su pequeñito pezón marcado bajo la tela desgastada. A veces, mientras recoge agua en el pilón me mira y sonríe, en ocasiones baja la mirada de una manera atrayente, otras me mira fijamente, entonces soy yo quien baja la mirada, sus ojos son tan perfectos, dos luceros verdes, dos parcelas de campo recién regado, recién segado, las puertas al paraíso terrenal prometido hace siglos por Dios.


Ella sabe cuando la miro, me gusta que lo sepa, no me dice nada, solo se queda quieta, se moja un poco las manos y se refresca la cabeza peinándose con los dedos hacia atrás, vuelve a mirarme, me saluda con la mano, dedica su más hermosa sonrisa para mí y con el balde a rebosar vuelve canturreando con su bonito caminar. 

La sigo, cerca de ella, pero con cierta distancia, en ocasiones mira hacia atrás sonriente, a veces  me escondo en alguna esquina, cuando ve que no la sigo, deja el balde en el suelo, comprueba nuevamente si estoy y coloca los brazos en jarra, con el ceño fruncido, los labios recogidos a la izquierda, ¡Está tan guapa cuando se enfada!, siempre acabo saliendo, entonces, me toca llevar el balde hasta su casa, mientras ella, cuando piensa que no me doy cuenta, me mira sonriente, en cuanto la miro, lanza una mirada inquisitiva, pero aún así, incluso así, está hermosísima.


¡Sed felices!


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