lunes, 15 de junio de 2015

Lira - Parte II


II. Tengo remotos recuerdos de mi infancia, cuando aún podía corretear de aquí para allá, en los larguísimos veranos, el sol lúcido y cálido se solía acomodar en el pueblo, desde el alba las praderas eran un abismo de luz cegadora, en los olivos podían verse asomar tímidamente bañadas por el rocío matutino, desprendían su peculiar aroma, colonia de mi alma Extremeña, sus redondas olivas.

Yo no debía trabajar como lo hacían mis amigos, ellos eran de familia pobre, al igual que la mía, en cambio, a mi no me obligaban a trabajar, -¡Menuda suerte tienes!- Me decían mis amigos al volver de su jornada- Llevamos el día entero arando la tierra, con el sol, ¡Incluso el del mediodía! Dándonos en las piernas y los brazos ¡Ahora me duele al tocar!- Todos nos reíamos al ver a Julito, ¡Parecía una amapola recién florecida!

Cuando fui lo bastante grande para comprender las cosas, pregunté a mi padre porqué nosotros no labrábamos el campo como el resto del pueblo- ¡Porque si no, dónde pastarán las cabras!- él me tomaba el pelo- No te preocupes, tu estudia, tu futuro será muchísimo más brillante que el de tus amigos. Mi padre me obligó a ir a la escuela, lo cierto es que allí aprendí muchas cosas, de las cuales desconocía la mayoría, al final logré comprender el motivo por el que no labrábamos la tierra.


¡Sed felices!  

1 comentario:

  1. Primero te enamoras de esa hermosa mujer que la describes de una belleza dulce y mágica no sé si al final duro o no , lo que si sé es que tu padre tenía mucha razón , sino mírate ajajjaja escribes muy bello de forma que me atrapas de pirncipio a fin !!! me encantó , un abrazo desde mi brillo del mar

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